Angustia: ¿Parte de la existencia cotidiana?

La Psicología, como conocimiento de sí mismo, de los factores que constituyen al hombre tanto fisiológica como anímica y espiritualmente, nunca estuvo separada de la Filosofía en amplio significado de Amor a la Sabiduría.

Pero el derrotero que siguieron las ciencias en los últimos siglos, otorgó su independencia a la Psicología, y así, de una forma u otra, según una u otra escuela, la Psicología fue ahondando en los problemas humanos e intentando buscarles soluciones.

Hoy, entre la Psicología y sus subdisciplinas derivadas, entre la Parapsicología y la interpretación psicológica de muchas otras ciencias, no se ha llegado, sin embargo, a superar un viejo problema que se presenta más acuciante que nunca: la angustia.

Es difícil definir la angustia, porque el malestar profundo que ella produce sobrepasa ampliamente todas las palabras y conceptos por explícitos que sean. Es una forma de dolor, de insatisfacción, de ansiedad, de temor, pero con intensa necesidad de resolución; no se resiste la angustia por mucho tiempo sin tomar soluciones… acertadas o desesperadas.

La angustia forma parte de la existencia cotidiana casi como una enfermedad endémica que, no obstante, puede estallar en cualquier momento como epidemia imparable. Cada cual la siente según sus circunstancias y su propio carácter; cada cual la elude como puede, o no lo hace y se hunde cada vez más en ese estado.

Es propio del hombre de altas responsabilidades, del hombre de negocios, del labrador, del que enseña, del que aprende, de padres y de hijos. No respeta edades, ni sexos, ni condiciones sociales, aunque se apoye en los motivos más variados.

¿Las consecuencias? Muy variadas también.
Desde la frivolidad y el matar el tiempo como sea y con lo que sea, para no pensar, hasta asumir riesgos ficticios, la violencia, el odio, los crímenes, las drogas… Todo, con tal de escapar a la angustia, con tal de no reconocerla ni enfrentarla, con tal de no estar ni un segundo a solas con ella. Creemos que también en el momento actual la Filosofía puede ofrecer un soporte y un salida a esta situación humana, recurriendo a esos viejos conocimientos que no por viejos han perdido eficacia.

La angustia es fruto de la ignorancia, y la Filosofía es acercamiento a la Sabiduría. La angustia es ignorancia de uno mismo y del mundo que nos rodea. Así resulta muy difícil estar en paz consigo mismo y entender al mundo –bueno o malo- que nos ha tocado vivir.

Estar en paz consigo mismo no significa carecer de problemas, pues la vida misma es un problema constante. No. Es conocer los problemas, acomodarlos, darles su verdadera dimensión, y sobre todo, plantear para cada uno de ellos una vía de solución, aunque esa vía sea aguantar el problema algún tiempo más. es soportar los temores y aprender a compartir algunos minutos del día con uno mismo, en busca de ese amigo perdido o desconocido.

Entender al mundo que nos circunda no es cambiarlo o mejorarlo en veinticuatro horas. Nada de eso se puede intentar sin conocerlo primero, sin saber de dónde venimos ni cómo hemos llegado a la situación presente. Todo tiene un por qué y, en principio, hay que aceptarlo tal como nos aceptamos a nosotros mismos, y de allí en más proponerse soluciones por pequeñas y sencillas que parezcan.

El acuerdo consigo mismo y con las circunstancias es el mejor antídoto contra la angustia, el mismo que predicaban los antiguos filósofos y el que rescatamos hoy, en la certeza de haber dado con una fuente de energía que necesita apenas un poco de voluntad para ponerse en marcha.