Nuevos comentarios sobre filosofía esotérica

En el amplio terreno de la Filosofía es imposible dejar de lado una de sus parcelas más interesantes y atractivas. Nos referimos a la llamada Filosofía Esotérica, a la cual nos hemos dedicado muchas veces en esta misma columna y en otros varios artículos de esta Revista.

Es que, desgraciadamente, la atracción y el interés del esotérico se ven mermados por el uso y el abuso de la palabra, que repercute en un innegable desgaste del término. Como con tantos otros conceptos vaciados de contenido, lo esotérico refleja ideas distorsionadas y muchas veces contrarias a su propio significado. Hoy se interpreta más bien como secreto en el peor sentido de la expresión: algo que se oculta con oscuras intenciones; lo esotérico es, también, lo prohibido por demasiado apetecible o simplemente por maligno. Así se pasa imperceptiblemente de lo misterioso por desconocido a lo escondido por nefasto.

Por si eso fuera poco, y en relación con el esoterismo, son muchos, tal vez demasiados, los que se ocupan de vender, ofrecer, comerciar, intercambiar y descubrir las claves de interpretación de todos los misterios a menor o mayor precio. Y cuando los magos y sabios abundan, se nos ocurre que ya no lo son tanto. Y cuando son tantos los que poseen las “claves” verdaderas y las cifras de la iniciación, lo esotérico deja de serlo.

Pero no es así. Las falsas imágenes que no aclaran el esoterismo sino que, en todo caso, oscurecen las ideas aún más de lo que hace la vulgar ignorancia.

Lo esotérico bien puede compararse con una puerta. Toda puerta tiene dos funciones: sirve para cerrar o para abrir. Se puede permanecer siempre cerrada o siempre abierta, puede alternar una y otra posición; todo depende del uso al que haya sido destinada o de la habilidad de las personas para manejarla, pues no todas las cerraduras son iguales en todas las puertas. Hay puertas que se dejan cerradas porque no interesa descubrir lo que hay detrás de ellas, o porque creemos que lo que hay no nos pertenece, o porque nos da miedo abrirlas, o porque no sabemos como hacerlas funcionar; entonces las dejamos como están, en la penumbra de lo esotérico. Hay otras puertas que, en cambio, que abrimos llevados por nuestra curiosidad o por nuestro verdadero deseo de investigar, de saber más, de conocer lo que aún no conocemos.

La dificultad para abrir una puerta sólo se valora cuando se intenta abrir la puerta; antes de ello, todos son conjeturas. Una prueba tradicional en Oriente consistía en colocar al discípulo ante una puerta de tamaño y formato imponentes, exigiéndole que pasase a través de ella; sólo los valientes llegaban a descubrir que la puerta era de papel y que podía atravesarse sin dificultad.

Así, pues, se requiere valor para hacer retroceder las sombras de la ignorancia. Lo esotérico está para ser descubierto, como la puerta para ser abierta. Todo depende de nuestra capacidad de descubrimiento y de nuestro coraje para conquistar nuevos conocimientos.

Claro está que siempre seguirán existiendo puertas cerradas y secretos sin desvelar. Por eso mismo –y de allí la Filosofía Esotérica- seguirá habiendo buscadores de la Verdad para quienes la Filosofía es amor a la sabiduría, y Esoterismo es el velo natural con que la sabiduría protege sus leyes. Al hombre le queda, entonces, respetar las leyes de la Naturaleza, acercarse a ellas hasta hacerlas suyas y convertir el conocimiento en una fórmula de vida eficaz y armónica.