Rubén Darío

Poeta nicaragüense, nacido en Metapa (1867-1916) su nombre verdadero fue Félix Rubén García Sarmiento. Vivió en un ambiente familiar desavenido, estudió con los jesuitas, su talento literario precoz se reveló de inmediato, comenzando a escribir y publicar versos al estilo romántico español. Entre sus obras están “Epístolas y poemas”, “Abrojos y rimas”(1887), “Azul”(1988), Prosas profanas (1896 y 1901), y su mayor obra “Cantos de vida y esperanza” (1905), “El canto errante” (1907), “Canto a Argentina y otros poemas” (1914), llegando a ser el poeta más famoso de Latinoamérica. Creador del modernismo y el más imitado autor latinoamericano.
La poética de Rubén Darío consistió en una genial combinación de recursos, técnicas, formas, temas, e inspiración de varias procedencias fundidos en una sensibilidad espiritual. En 1915 publicó “La vida de Rubén Darío” y, enfermo, regresó a Nicaragua, donde murió al año siguiente.

Retrato pintado por Daniel Vázquez Díaz

CANCION DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Y más consoladora y más
hagaladora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su contínua ternura
una pasión violenta unía,
en un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer….

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión:
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

Y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer….

Y los demás! En tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretextos de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
Mi sed de amor no tiene fin;
Con el cabello gris me acerco
A los rosales del jardín…

Juventud, divino tesoro,
¡Ya te vas para no volver…!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer…

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazon.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y afliccion.

Miraba come el alba pura;
sonreia como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era timido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodias y Salomé…

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Y mas consoladora y mas
halagadora y expresiva,
la otra fue mas sensitiva
cual no pensé encontrar jamas.

Pues a su continua ternura
una pasion violenta unia.
En un peplo de gase pura
una bacante se envolvia…

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasion;
y que me roeria, loca,
con sus dientes el corazon.

Poniende en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
sintesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Eden,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban tambien…

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Y las demas! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazon.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardin…

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Mas es mia el Alba de oro!