Hoy ví a la mujer del año 1975.
La he visto precisamente con más detención que otras veces, porque este año se le ha dedicado de manera especial. Y sin embargo, no logro verla…
A cada paso del camino me encuentro con mujeres que se expresan a través de “prowwwas”, ya sea condenando su esclavitud hacia el hombre, o alabando el mismo estado de esclavitud; ya sea pidiendo más liberalidad de acción, o clamando por una protección que desde hace tiempo no inspiran. Veo mujeres que tratan de mostrar con poca ropa un aspecto femenino que es casi lo único que permite reconocerlas; y veo también otras que ocultan, no por pudor, pero sí con mal gusto, todo lo que la Naturaleza otorgó para diferenciarlas. Veo las que se peinan y acicalan tanto, que más parecen muñecas de teatro que otra cosa, y al lado de ellas están las que sólo conocen de palabra los conceptos “limpieza” y “orden”. Hay quienes aprendieron a reír ficticiamente, y esbozar de continuo una mueca estudiada que de lejos muestra su falsedad; pero también las hay siempre torvas y ariscas, propensas al grito y la injuria, pensando que el mundo entero debe estar pendiente de su mal humor.
Pero, por sobre todas las cosas, las veo desorientadas, sin saber exactamente qué es lo que se quiere ni qué es lo que se pide; tan sólo se trata de llamar la atención.
Y sin embargo, creo que lo importante es conquistar la atención, ganarla, no con llamativos trucos momentáneos, sino con la conquista firme y definida que la Mujer, como una polaridad de la Naturaleza, puede y debe hacer suya.
Sería ridículo pretender que el problema de la mujer, ya sea del año 1975 o de cualquier otro de nuestros años actuales, es un problema aislado. Por el contrario, forma parte de todo un ciclo de desprestigio de los usos y las costumbres, de ruptura imbécil con un pasado cargado de experiencias, de donde, al menos, podría extraerse un basamento firme para apoyar nuevos aportes.
La Historia es algo que la Mujer debería conocer mejor que nadie, porque también la Historia es Mujer; y como tal está en el Tiempo, en aquello que transcurre, pero dejando profundas huellas en el camino. El Tiempo no es el enemigo de la Mujer, por el contrario. El Tiempo no envejece a la Mujer sino que la hace eterna, la mantiene viva y la proyecta hacia el Eterno Femenino que fue desde siempre la inspiración de todos los artistas.
Tiempo e Historia nos muestran también mujeres, ya no del año 1975, ni tampoco importa mucho de qué año, dado que tratamos de hallar un símbolo atemporal. Tiempo e Historia nos hablan de lejanas Sacerdotisas que, con el alma purificada, servían de puente entre los Dioses y los hombres. Nos hablan de Reinas y Guerreras que tenían desarrollado el don de la conducción humana, el don de la estrategia y la sabiduría de prever el futuro. Nos hablan también de fuertes matronas plenas de orgullo y honor, para quienes educar a sus hijos era una manera de hacer Historia. Lejanos ecos llegan de aquellas que no temían a la muerte, ni a los sufrimientos, y mientras agradecían la protección de los Caballeros, ofrecían a su vez comprensión y dulzura a los que tallaban un mundo difícil de vivir debajo de sus armaduras. Aún resuenan las risas de quienes habían hecho culto a la belleza y la simpatía, convirtiendo en arma poderosa la más frágil delicadeza.
Pero no es momento de vivir del recuerdo tan sólo. El recuerdo debe darnos fuerzas, puede orientarnos, puede robustecernos con la experiencia acumulada. Y luego hay que lanzarse a la palestra de este mundo actual, donde el ocaso civilizatorio, evidente a todas luces semeja un atardecer donde las sombras confunden las siluetas.
Para que la Mujer vuelva a ser Dama, y recobre sus fueros sin necesidad de prowwwas, es necesario, indudablemente, que todos los demás factores volviesen a sus lugares naturales: que el Hombre vuelva a ser Caballero, que la Vida vuelva a tener una finalidad trascendente, que la Educación forme a los hombres y no simplemente les informe.
Pero todo trabajo, toda modificación, ha de tener un principio. Y la Mujer siempre ha sido Madre por excelencia. Hoy toca a la Mujer ser un poco la Madre de un nuevo mundo, donde todas las cosas se definan a la luz del sol, donde no haga falta disfrazarse de “uni-sex” para soslayar responsabilidades. La Mujer es tal cuando asume el papel de la Naturaleza viva, resplandeciendo en Amor, en Belleza, en Comprensión; cuando educa en base a la virtud no sólo a sus propios hijos, sino a todos los que siente como hijos de corazón; Cuando impulsa a la guerra noble y a la vez consuela al que guerrea; cuando vierte la tibieza de la sombra de un árbol que hace que todos se acojan a su lado; cuando, en fin, sientiéndose segura de su fuerza cósmica y ancestral, no necesita de vanas prowwwas ni de años especiales que la dignifiquen, porque desde siempre y por siempre toda Mujer se ha emparentado con la primera estrella brillante que puso luz en el acero profundo del cielo.
Ser Mujer no es una vergüenza, ni tampoco es una dignidad excepcional. Ser Mujer es haber comprendido el juego de colores del arco iris, cumplir con el propio color, y soñar con la luz Blanca que es la síntesis final.
Y que conste que quien escribe, también es Mujer.