Desde tiempos antiguos los pueblos han desarrollado sus afinidades por la sabiduría ya sea de los astros como el sol (inti) o de las estrellas y planetas como Venus (yasitata). Este astro de la madrugada provee conocimiento a los pueblos para saber si va a ser o no un año digno de vivir se o estará plagado de ruina y desolación.

Para los Aymaras el Inti Raimi o Dios sol promete este 21 de Junio un año de unión entre los pueblos, los primeros momentos del sol fortalecen los lazos de amistad y progreso en el pueblo. De la misma manera -el rito aymara compuesto de una pila de ofrendas hechas de sullo, dulces, algodón, telas de colores vivos, coca y maderas fraganciosas como el pino, el eucalipto y otras- piden a los apus o dioses de la naturaleza favores, salud y desarrollo entre los pueblos. Del mismo modo al unir la religiosidad aymara con la católica, el sincretismo aymara-católico fortifica una unión de creencias entre persignaciones y santiguaciones con alcohol y fuego. En una pira que ardió en el templo de Samaipata, en donde convergen pueblos aymaras, quechuas y guaraníes, a través del objeto de deseo que es el astro rey, el sol, el antagonista del mito venusiano o yasitata, en esta ocasión no se vio resplandecer con fuerza desde las 3 de la madrugada en las faldas de la montaña sagrada de Samaipata, pero pasadas las 3:30 se vio vaticinar, problemas sociales y al finalmente la solución a esa falta de unión de los pueblos.

Para los aymaras es este el año 5620 que se inicia justamente en el solsticio de invierno (21 de junio) buscando sabiduría en el astro rey. Fue el Inka Pachakuti, en épocas más recientes, quién rescindió de darle toda la responsabilidad al Inti o Sol, sino también a otros hechos de la naturaleza, como los apus de las montañas quienes protegían a los viajeros que se aventuraban en percorrer los caminos de piedras del Inca o el Takesi.

Para quechuas el sol fortificaba cuerpo y mente al igual que los epicúreos, la importancia de ofrendar alcohol puro de los mamanakas y papanakas, a la naturaleza, al sol, a la tierra, dando a entender que todo sacrificio debía ser original sin mancha, ni mezclado de agua.

Para los guaraníes del 1400, como para el paye reta o chamán piden hasta nuestros días, permiso para hablar a su iyas o dioses protectores, dónde ñaderu guasu o dios creador ñandú, muestra la cruz del sur, mirando a la Yasitata o Venus: si la mirada es baja el año será malo y si la mirada es fuerte hacia el planeta Venus, el año terminará con satisfacción.

Desde hace por lo menos de 10000 años de percorrer desde el Caribe hasta las estribaciones de la Cordillera Central, la continua celebración de la salida de la estrella de la mañana o Yasita trae consigo la buena cosecha, la siembra, los augurios, desde los antiguos cánticos «Ti, ti, ti … Ahhhjjj», para curar y… es de nuestra cultura aymara, quechua y guaraní, Samaipata y la celebración de la salida de Venus y el destello del astro rey.

«Al subir las escalinatas del templo de Samaipata, cada paso que se da, el corazón late con más fuerza y los 1250 metros sobre el nivel del mar te enrarece el aire y te introducen en el sueño del pasado remoto y los mitos comienzan a nacer de nuevo, viendo al tigre, al jaguar, al halcón y el cóndor convertidos en seres ígneos, salidos del sol y poseídos en los cuerpos en búsqueda de salud y bien estar. El amauta o mago quién fortalecido con los rezos, pide permiso a los achachilas, apus y acompañado de la fuerza de los yatiris, pronuncia: Hallalla Inti raymi, salud dios Sol, Hallalla Periodisti, salud periodistas, hallalla Santa Cruz, salud Santa Cruz, con más de bueno que de preludio de confrontación, más de preludio de amor entre estrellas, astros y planetas bajamos por donde subimos y salimos del sueño (ab aeterno – por siempre), que nunca se acaba, el sueño de días mejores, llenos de éxito o por lo menos de fracasos convertidos en sabiduría y de experiencia convertida en conocimiento. Para los guaraníes un conocimiento de ideas encontradas con un final feliz, para los aymaras rayos de salud y unión, para los quechuas, lo puro sin mezcla deja una ofrenda de amor a los dioses del Samaipata o descanso en las alturas ab aeterno, por siempre jamás».
(Journalist, D A D Gonzáles Roca, -Con derecho a réplica-)