El predominio de lo inauténtico en nuestra civilización y cultura

Por Marcelo Enrique Zabala Justiniano.
Prof. De Filosofía

Abordar una temática como ésta no es nada fácil, ya que normalmente damos por ciertos muchos argumentos que en este trabajo vamos a poner en tela de juicio y esto para numerosas personas, sería un intento de este autor de derribar el edificio de sus creencias, las cuales se constituyen en los basamentos de su conducta. En realidad lo que se pretende, es mostrar algo que por razones desconocidas, permanece oculto a nuestra comprensión, comprensión tan necesaria de una realidad compleja, tan compleja, que produce pereza mental en la mayoría de la gente, que al no poder satisfacer esta necesidad de orden superior, vuelca su inteligencia y energía en satisfacer impulsos inferiores, que le embotan y aturden, hasta someterse a este orden imperante de cosas.
¿Por qué decimos que lo inauténtico predomina en nuestra civilización y cultura? Porque los hechos así nos lo indican, la prensa local e internacional nos habla a diario de situaciones que reflejan una crisis en todos los niveles de la sociedad, de orden personal, familiar, económico, político y espiritual. Ante esta crisis múltiple, no son pocas las personas e instituciones, que con muy buenas intenciones, plantean recetas para revertir este cuadro dramático de nuestra civilización, pero que en realidad, la mayor parte de estas soluciones no son más concepciones ingenuas, producto de simplismos, unilateralismos y fanatismos, porque cada uno de estos sectores de opinión (consciente o inconscientemente) se creen dueños de la verdad, tan sólo por conocer una ínfima parte de la realidad.

Rene Guénon y el mundo moderno
Comenzaré por abordar la génesis del mundo y de la mentalidad moderna desde la perspectiva que hizo Rene Guénon en sus obras: La Crisis del Mundo Moderno y El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, en los que desmitifica todos los dogmas modernos que desde el Renacimiento han ido estableciendo la intelectualidad occidental. Esta nueva dogmática vinculada con un humanismo optimista y confiado en el progreso material del hombre y su capacidad para superarse, construye un universo dominado por un racionalismo unilateral y un materialismo pragmático, donde predominarán la cantidad y el materialismo frente a la cualidad y la espiritualidad. Guénon parte de un pensamiento que hoy podríamos denominar como “arcaico o mítico”, prefilosófico en occidente, pero subyacente en las bases doctrinales de todas las religiones consideradas como históricas (Hinduismo, Judaísmo, Cristianismo, etc.) conformando todas ellas una metafísica o visión interior desde la cual se contempla de una forma moderna.
Guénon seguirá el esquema del hinduismo, la religión que ha elaborado de modo más amplio la doctrina del devenir humano, y apoyándose en los matices que de otras elaboraciones metafísicas, confrontará Tradición y Modernidad. Así, defiende Guénon una visión del mundo y la creación, como expresión fenoménica de la Realidad, siendo regidos y ordenados inexorablemente por una serie de ciclos y periodos de evolución que predeterminarán cada momento de la realidad última conformada en el origen de la Creación.
Cada Manvantara o Eras de Manu se subdivide en 4 Yugas o edades –ciclo de la creación-. Ciclo cuaternario repetitivo de los Yugas que obedece a una comprensión universal y que posee diversas referencias en los 4 puntos cardinales, estaciones del año, semanas del mes lunar, edades de la vida, castas del hinduismo y cualquier civilización sagrada, etc.
El primer Yuga es el más elevado espiritualmente, y a partir del mismo, los tres siguientes irán experimentando un oscurecimiento o degeneración progresiva, respecto a la precedente, a medida que se alejan del centro primigenio, y cuyo paroxismo al final corresponde al Kali-Yuga, la era presente.
En occidente, el mundo greco-latino, desde Hesíodo al menos, recogerá asimismo esta tradición, con la teoría de las 4 edades: La de Oro, Plata, Bronce y Hierro. Desde la primera, en la que los hombres y los Dioses se confundían y vivían en armonía, habrá una continua degradación hasta la de hierro, perdiendo los hombres su “divinidad” hasta que sólo perviva lo más denso del ser humano. Referencias de esta idea, también las encontramos en la tradición judeo-cristiana , la islámica y la budista . Para estas formas de pensamiento, al abordar cualquier análisis del mundo contemporáneo se hace imprescindible su comparación con el modelo ideal y superior existente antes de la “caída” y a cuya luz surge el contraste del cual obtener algunas conclusiones.
Para Guénon el comienzo cronológico del Kali-Yuga comienza aproximadamente hace 6000 años, aunque será a partir del siglo VI a.c. cuando se inicia un período, durante el cual se producen grandes transformaciones en prácticamente todas las civilizaciones de la humanidad, caracterizadas por la renovación de la doctrina tradicional, y por una rápida solidificación y materialización que afectará a todos los órdenes de la vida y la cultura; desapareciendo los últimos focos del pensamiento mítico puro sumiéndose en el campo de la filosofía, y que Platón comparará con su ejemplo de la caverna oscura.
En pocos siglos la humanidad cambiará radicalmente con la aparición de figuras como: Buda, Zoroastro. Lao-Tse, Confucio, Pitágoras, Sócrates y Platón, quienes dan paso a una etapa histórica, de la que surge nuestra cultura occidental, donde la Teosofía es sustituida por la Filosofía, y el mito por la racionalidad, disociándo­se esoterismo de exoterismo; proceso que se desarrolla a lo largo de etapas históricas, tales como la Edad Media, en las que se retorna a unos principios tradicionales más o menos conserva­dos, y otras como el Renacimiento, en donde se hace una renuncia formal de todo sentido tradicional.
El Occidente Moderno se remonta di­rectamente al siglo XIV, en el cual se gesta el Renacimiento y se comienza a descomponer el edificio medieval; de­saparece la Orden del Temple, vínculo iniciático entre Oriente y Occidente, y se inicia el decaimiento de la masone­ría operativa.
Guénon, en su Introducción General al estudio de las Doctrinas Hindúes, for­mula una advertencia a Occidente so­bre el riesgo mortal que corre si conti­núa por el camino que después de la 1ra. Guerra Mundial se había trazado, y que no hacía más que acelerar el pro­ceso anterior. Hoy el tiempo parece darle la razón, pues aunque las esperanzas en la paz, la armonía y la recu­peración espiritual no se han perdido, estamos más cerca que nunca de la disgregación o la aniquilación. La alternativa a esta situación, que Guénon trazó, posee tres vertientes:

  1. Que Occidente retorne a las fuentes Metafísicas propias de su tradición.
  2. Que Occidente sea asimilado por Oriente.
  3. Que Occidente desaparezca sumido en una nueva barbarie.

Hoy no sabemos cual de las tres tiene visos de imponerse. Ahora bien, el Oriente del que habla, no es el occi­dentalizado, que nos invade con su tecnología, sino el secular y metafísico, raíz en muchos aspectos del árbol de la cultura occidental.
En toda civilización existe un equilibrio entre el Conocimiento y lo que podríamos llamar Acción, entre logos y tecnos, entre vida interior y ex­terior. Hoy hemos perdido este sentido del equilibrio y vamos desbocados de una acción a otra, con un sentido in­verso, ya que despreciamos el conoci­miento y sólo valoramos la acción por la acción misma, esta actitud generará una respuesta pragmática frente a la realidad. Este pragmatismo sustituirá gradualmente a la intelectualidad, y hará que el mundo moderno sea reacio a admitir cualquier autoridad espiritual o iniciática, pues el único valor real se dará a la propia conciencia de uno mismo, ya que el individualismo se ha instaurado entre nosotros.

Las cuatro vías de la vida espiritual de la humanidad
Otro autor esotérico -al parecer poco difundido- P. D. Ouspensky, de origen ruso nos habla que la humanidad tiene cuatro vías de vida espiritual: de tipo intelectual (la filosofía y la ciencia) y emocional (la religión y el arte), cuatro formas de concepción del mundo que en tiempos remotos formaban un solo camino y que actualmente, al estar separadas entre sí, representan caminos semejantes, equivalentes e imperfectos hacia búsqueda de la verdad, que al ser desfigurada aleja a los hombres del camino verdadero.
La religión –a decir de Ouspensky- se funda en la revelación, que es algo que procede de forma inmediata de la conciencia más elevada o poderes superiores, sin idea de revelación no hay religión. En la religión está lo incognoscible para la mente y el pensamiento de tipo ordinario, por eso no es posible sintetizar la religión por métodos intelectuales. Cuando la religión se queda a la zaga de la filosofía y la ciencia se convierte en un cadáver marchito de lo que una vez fue, volviéndose pseudo-religión, palabra nada ajena al lenguaje guenoniano. A partir del rechazo de toda autoridad o jerarquía espiritual superior a uno mismo, cuestionándose toda facultad de Conocimiento que sea superior a la razón individual, el hombre moderno igno­ra todo elemento su­prahumano, y con ello la base de toda autori­dad espiritual tradicio­nal, estableciéndose una ruptura de fondo entre los dos niveles, el exotérico y el esotérico que tradicionalmente se han complementado. Así en el plano religio­so, el moralismo ocupará y suplantará el lugar que le corresponde a religión misma, la cual perderá todo sentido de Misterio para transfor­marse en algo acceso­rio; y perdiendo todo elemento “intelectual”, configurando con ello no ya una religión, sino una religiosidad a la que se incorporará gradualmente un cierto pragmatismo de respuesta y de acción sobre el cual dice Guénon: La experiencia religiosa se incorpora al pragmatismo en nombre del cual se preconiza la idea de un Dios limitado como más ventajosa que la de un Dios infinito, porque se pue­den experimentar por Él sentimientos comparables a los que se experimentan por un hombre superior y al mismo tiempo, por la llamada al subconscien­teque se haga al espiritualismo y a todas las pseudo-religiones características de nuestra época.
Para Guénon, en la esfera occidental el Catolicismo, pese a sus la­cras y limitaciones, representa una reli­gión tradicional, y tal vez fuera la es­peranza de una recuperación integral de Occidente. Pero los cambios que en el seno de la Iglesia se han producido desde su muerte, así como la intoleran­cia y rigidez de sus postulados, hacen que sea difícil asumir este papel de re­cuperación espiritual. Observamos en la sociedad una negación de la religión, a través de la deca­dencia de la misma debido al fenóme­no de la secularización, o de la perver­sión de la misma; así como una aproxi­mación de la esfera exotérico-religiosa e incluso esotérico-iniciática con los postulados del materialismo, con el cual se ven obligados a convivir. Iniciáticamente podemos hablar de una paulatina desaparición en Occidente de todo contacto con la Tradición, redu­ciéndose éstos al universo de lo secre­to, pues exteriormente Guénon no en­cuentra instituciones de estas caracte­rísticas.
La filosofía –según Ouspensky- se basa en la especulación, en la lógica, en el pensamiento, en la síntesis de lo que sabemos y en análisis de lo que no sabemos, debiendo incluir en su campo el contenido de la ciencia, de la religión y el arte, pero lo que hoy conocemos de filosofía es “literatura crítica” u opiniones personales que pretenden combatir a otras opiniones personales, o dialéctica que se autosatisface rodeándose de terminología ininteligible al no iniciado, resolviendo para sí sola los problemas del universo sin probar sus afirmaciones o hacerlas accesibles a los simples mortales, deviniendo así en pseudo-filosofía. Además que los estudiosos de la filosofía sólo consideran importantes e influyentes en la cultura y el pensamiento, a las corrientes, escuelas y doctrinas filosóficas que han tenido un número mayor de partidarios, relegando así a otras formas de filosofías, que no por carecer de numerosos seguidores no tengan valor e importancia.
Ouspensky explica que la ciencia se basa en el experimento y la observación, no debiendo conocer temor, tener dogmas ni crearse ningún “tabú”. Pero la ciencia contemporánea, al cortar sus relaciones con la religión y el “misticismo” se ha creado un “tabú”, convirtiéndose en un instrumento accidental e inseguro del pensamiento, cerrando los ojos a fenómenos inexplicables e inteligibles, despojándose de su totalidad y unidad, resultando que “no tenemos ciencia sino ciencias”.
La materialidad en la dimensión cientí­fica, paradigma de la evolución y del conocimiento moderno: “Es la investi­gación por la investigación, mucho más aun que por los resultados parcia­les y fragmentarios en que desemboca; es la sucesión cada vez más rápida de las teo­rías y de las hipótesis sin fundamento, que apenas edificadas, se derrumban para ser reemplazadas por otras que durarán todavía menos; verdadero caos en medio del cual sería vano buscar al­gunos elementos definitivamente ad­quiridos, si no es una monstruosa acu­mulación de hechos y detalles que no puede probar ni significar nada” a decir de Guénon. Una ciencia dedicada al mundo sensi­ble como paradigma del Todo, y con grandes aplicaciones tecnológicas ba­sadas solamente en el mecanismo, y que tiene grandes problemas éticos (energía atómica, ingeniería genética, contaminación, etc.) pero que dada la complicación de los intereses de la so­ciedad moderna le hace muy difícil re­solver sus limitaciones. El mundo cien­tífico, dada su complejidad se ha trans­formado hoy en una nueva élite, cuyos arcanos y logros son apenas inteligi­bles para el hombre común, el cual aunque no entienda, siente cierta ve­neración como algo sagrado, la sabidu­ría de esta ciencia son los nuevos dio­ses, terribles, benévolos, esperanzado­res, pero siempre inalcanzables. La transformación de la Cualidad en Can­tidad y de la Unidad en Uniformidad es una de sus características significati­vas. Actualmente nuestra civilización trata de uniformizar todos los elemen­tos que la componen, desposeyéndo­los de vida interior propia, y transformándolos en algo mecánico y funcional y cada vez más artificial.
El arte se basa en la compresión emocional, en el sentimiento de lo Desconocido que está detrás de lo invisible y lo tangible, en el poder creador o el poder de reconstruir formas en formas visibles o audibles las sensaciones, los sentimientos y los estados de ánimo de los artistas –según Ouspensky- especialmente de los estados de interconexión y unidad de las cosas y el sentimiento del “alma” de las cosas. Como la ciencia y la filosofía, el arte es una vía de conocimiento definida. El arte que no revele misterios y no conduzca a lo Desconocido, es parodia de arte o pseudo-arte, o lo que es más frecuente, un comercio o una industria.
Ouspensky dice que lo que en realidad conocemos es pseudo-religión, pseudo-filosofía, pseudo-ciencia y pseudo-arte. Que nos alimentamos de “margarina”, en todos los aspectos y formas. Muy poco de nosotros conocemos el sabor de las cosas auténticas. Con esta afirmación podemos inferir que si la religión, la filosofía, la ciencia y el arte están adulteradas, todas las otras formas de expresión y producción cultural de una civilización también lo estarán (la política, la educación, los valores, la ética, etc.); condenándose esta misma, a ser falsa, germinando dentro de sí, a la semilla del salvajismo y a la barbarie que le darán muerte desde su mismo seno. Quizás valga preguntarse, por qué las cuatro vías de la espiritualidad humana han caído tan bajo, lo que indica una inversión, un vaciamiento de los valo­res y los términos que han configurado el nú­cleo espiritual sobre el que se ha asentado nuestra cultura en los milenios precedentes. Esta inversión, modifica la realidad en todos sus aspectos, la vamos encon­trando en todos los ór­denes de la manifesta­ción, en la que la acción sustituye al Conocimien­to, y donde no solamen­te se verán afectados los elementos del llamado dominio profano, sino también la vertiente es­piritual metafísica e iniciática del llama­do dominio sagrado. Guénon nos habla de un mundo con la espiritualidad invertida , marcada sustancialmente por el individualismo, el cual ha sustituido a la búsqueda in­dividual y fuertemente materializado en sus concepciones y oscuros intere­ses, que en su conjunto utilizan símbolos tradicionales, pero sutilmente in­vertidos.
También nos habla Guénon de la pseudo-iniciación y la contra-iniciación que vinculadas al pseudo-espiritualismo y pseudo-esoterismo, que invierten o parodian la au­téntica iniciación tradicional, y que practican numerosas organizaciones ocultistas y espiritualistas que vinculan ese espíritu “satánico” de inversión que afecta a todo el conjunto social. Del contexto del pensamiento de Gué­non, podemos deducir que éste nos insinúa a examinar a las actuales formas de espiritualismo y a no aceptar ninguna forma de sometimiento ciego o acrítico a cualquier persona o grupo que afirme poseer autoridad en estos campos, buscando las fuentes tradicionales del pensamiento filosófico-religioso tradicional, y volver nuestros ojos a las ciencias herméticas, abordándolas con otro criterio, para conformar grupos de estudios que contribuyan con respuestas que ayuden a los buscadores a dilucidar su panorama, para no ser marionetas de todo este orden de cosas tan controvertido, que esclaviza a nuestras almas y espíritus.

Bibliografía:
– Marcos Mateo: Rene Guénon y el mundo moderno, http://www.euskalnet.net/graal/index2.htm
– P.D. Osuspensky: Un Nuevo Modelo del Universo, Edit. KIER, 5ta. Edición Bs. Argentina
– Pierre Riffard; Diccionario del esoterismo, Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1987
– Javier Arriés: El Eterno Retorno y Los excesos de la Nueva Era, Revista AÑO CERO, Editorial AMÉRICA IBÉRICA, Año IX, Nº 104

NOTAS
El Libro del Profeta Daniel 2, 31-34 nos habla del sueño de del rey Nabucodonosor con un ídolo, cuya cabeza está hecha de oro, sus pechos y brazos de plata, el vientre los muslos de bronce y sus piernas hierro, pero una parte de sus pies de hierro y otra de barro.

El Buda de los tiempos finales, según el budismo será Maitreya.

Conocimiento de la iniciación; su esencia, sus tipos, su finalidad, sus medios, sus condiciones e historia.

Un ejemplo de esto puede ser lo que se ha llamado el Movimiento de la Nueva Era o New Age (en inglés) originado en la década de los 60s’ del siglo XX, vinculada al movimiento hippie, que está ligado a la psicodelia, en el movimiento de la Nueva Era existen corrientes y grupos que tienden a tergiversar o adulterar las doctrinas orientales que hablan del karma o el eterno retorno, por sus conocimientos superficiales acerca de las mismas y tener ideas románticas de las antiguas culturas egipcia, hindú y griega.