Historia mágica del olivo

olivos

Escrito por Ma. José Ramos:

En Nueva Acrópolis creemos en la Historia de los pueblos. Pensamos además que un hecho histórico no puede estudiarse aisladamente, sino como un resultado de una seria de procesos anteriores. O sea, que desde el comienzo de los tiempos, todas las civilizaciones, han sido eslabones de una misma cadena. Son como cuentas de un collar con un hilo común que las une, una Verdad esencial que se viene repitiendo a través de la Historia de la Humanidad, expresada en distinta forma… pero con un solo y verdadero fondo.

Este es quizás nuestro aporte; tras el estudio comparativo de civilizaciones, religiones, tradiciones, mitos y símbolos, haciéndolo de una forma desconflictuada, sin fanatismos, podemos afirmar que los mitos, los símbolos, y por consiguiente las Enseñanzas, se repiten, o, mejor dicho, son los mismos; sólo varia su adaptación a la época en que se manifiesten.

El olivo conserva la historia de los hombres en cada una de sus diminutas hojas. Nos habla de experiencias a través de su tronco grueso, con esa fortaleza que da el haber vivido mucho. Esas grietas profundas en su corteza, son las grietas de sus hombros abiertos y quizás aún sangrantes. Y el verde de sus pequeñas hojas es el color de la esperanza seria, un poco gris por lo serena, por lo profunda.

Es un árbol simbólico, aunque hoy sólo se le dé un valor material. Mas los antiguos, que sabían observar la Naturaleza, tenían la humildad de reconocer cuanto queda por aprender de una estrella, un animal, un árbol o una piedra.

Dentro de su valor como árbol simbólico y sagrado, podemos referirnos fundamentalmente a la tradición cristiana y la greco-romana.

En cuanto a la tradición cristiana, al olivo se refiere concretamente el Génesis, en su capítulo 8, cuando habla del Diluvio Universal y narra cómo la paloma vuelve al Arca de Noé, con una rama de olivo en el pico, símbolo de la calma o la paz después de la tempestad.

En el Eclesiastés se simboliza la sabiduría con un hermoso olivo colocado en medio de la llanura.

En Isaías encontramos el olivo, siempre verde, como símbolo de la prosperidad y emblema de la protección pacífica.

En la Pasión de Cristo, no sólo es apresado en el Monte de los Olivos, sino que existen versiones según las cuales fue crucificado en una cruz de madera de olivo.

En síntesis, lo encontramos como símbolo de la Sabiduría, la Paz, la Prosperidad y la Protección Pacífica y el Triunfo.

En la tradición greco-romana encontramos que:

Los vencedores de los Juegos Olímpicos durante las Panateneas (Festividades en honor de la Diosa Atenea), eran coronados con ramas trenzadas de olivo.

Para este fin, en Olimpia, estas ramas de olivo debían ser cortadas con una hoz de oro y por jóvenes en unas condiciones especiales.

Había unas Festividades en honora a Dionisio, en las que un muchacho recorría las calles con una rama de olivo en al mano de la que pendían algunos frutos enlazados con trozos de lana blanca y morada. Al mismo tiempo, en las puertas de todas las casas, aparecían ramos de olivo y sus frutos.

También en la Isla de Creta, en la carrera que disputaban los curetes, el vencedor no recibía un premio material, sino un símbolo de su cargo u oficio como daimon o protector de la vegetación: una rama de olivo.

En Roma, los triunfadores eran coronados con laurel, pero en muchas ocasiones era reemplazado por olivo, sobre todo en ciertas ceremonias.

Cada año en las fiestas de los Idus de Julio en honor a Cástor y Pólux, los caballeros se presentaban ceñidos con una corona de olivo sobre sus frentes.

En general, era utilizado en ritos funerarios y matrimoniales.

Resumiendo, ambas tradiciones lo tenían como símbolo de Victoria, Sabiduría y Paz, fundamentalmente

Imagen

«Olivo mirandés» por Javier R. Linera bajo BY-NC-ND 2.0