En el centro de la Selva existió hace mucho una extravagante familia de plantas carnívoras que, con el paso del tiempo, llegaron a adquirir conciencia de su extraña costumbre,
principalmente por las constantes murmuraciones que el buen Céfiro les traía de todos los rumbos de la ciudad.Sensibles a la crítica, poco a poco fueron cobrando repugnancia a la carne, hasta que llegó el momento en que no sólo la repudiaron en el sentido figurado, o sea el sexual, sino que por último se negaron a comerla, asqueadas a tal grado que su simple vista les producía náuseas. Entonces decidieron volverse vegetarianas. A partir de ese día se comen únicamente unas a otras y viven tranquilas olvidadas de su infame pasado.
Autor: Augusto Monterroso