Las Náyades

Las ninfas que presidían las fuentes, los arroyos y los ríos, eran objeto de una veneración y un culto especiales. Se llamaban Náyades, del griego naein que significa deslizarse. Se les llamaba hijas de Júpiter; y alguna vez se les ponía en el número de las sacerdotisas de Baco. Algunos autores las hacen madres de los Sátiros.
Se les ofrecía cabras y corderos en sacrificio, con libaciones de vino, miel y aceite. Lo más frecuente era contentarse con poner leche, frutas y flores en sus altares. Sólo eran divinidades campestres cuyo culto no se ejercía en las ciudades.
Se las pinta jóvenes, guapas y muy ordinariamente con las piernas y brazos desnudos y apoyados en una ánfora que derrama agua o teniendo en la mano una concha de perlas cuyo brillo compensa la sencillez de su traje; una corona de caña adorna su cabellera plateada que flota sobre sus espaldas. También están coronadas de plantas acuáticas alguna vez y junto a ellas hay una serpiente que levanta para enlazarse en sus redondeces.

El Aqueloo
Fuera muy largo enumerar y caracterizar los ríos celebrados por los poetas, pero la mitología debe por lo menos hacer mención de los más conocidos.
El Aqueloo, río del Epiro, que corría la Etolia y la Acarnania, pasaba por ser le más antiguo de Grecia. Dícese que en sus orillas vivieron los hombres primitivos, que después de haber comido las bellotas dulces de la selva de Dodona venían a apagar su sed en as aguas del Aqueloo. He aquí la fábula que se contaba sobre este río.
Aqueloo era hico de Océano y de Tetis, o del Sol y de la Tierra según otros. Amante de Dejanira, que le había sido prometida, se la disputó a Hércules, pero fue vencido. Enseguida tomó la forma de una serpiente y aún fue derrotado; y luego la de un toro que tampoco le fue favorable. Hércules le agarró por los cuernos y habiéndole derribado le arrancó uno y le obligó a ir a ocultarse en el río Toas que desde entonces se llamó Aqueloo.
El vencido dio al vencedor el cuerno de Amaltea para recubrir el suyo. Según algunos poetas es el cuerno de Aqueloo recogido por la Náyades; ellas le llenaron de flores e hicieron de él el cuerno de la abundancia.
Aqueloo era padre de las Sirenas: había sabido agradar a la musa Calíope. Se le atribuye un carácter vengativo y una gran susceptibilidad.
Cinco ninfas, hijas de Equino, hicieron un sacrificio de diez toros e invitaron a la fiesta a todas las divinidades campestres menos a Aqueloo. Este dios, molesto por el olvido, hizo crecer sus aguas que se desbordaron y arrastraron al mar a las cinco ninfas con l lugar en que se celebraba la fiesta. Neptuno, conmovido por su suerte, las trocó en islas, las Equínades. Están situadas no lejos y en frente de la desembocadura del río.
En el jardín de las Tullerías está la estatua de Hércules derribando a Aqueloo en forma de serpiente, obra notable de Bosio.