Rabindranath Tagore

Rabindranath Tagore (1861-1941), poeta y filósofo indio, premio Nóbel de Literatura en 1913, que contribuyó a estrechar el entendimiento mutuo entre las civilizaciones occidental e india. Su nombre en bengalí es Ravīndranātha Thākura y nació en Calcuta en el seno de una familia acomodada, hijo del filósofo Debendranath Tagore. Empezó a escribir poesía de niño y publicó su primer libro a los 17 años. Después de una breve estancia en Inglaterra (1878) donde estudió Derecho, volvió a la India, y pronto se convertiría en el autor más importante y famoso de la época colonial. Escribió poesía, cuentos, novelas y obras de teatro, y además compuso centenares de canciones populares. En 1929 empezó también a pintar.

Internacionalista decidido y educador, en 1901 fundó en su propiedad bengalí la escuela Santiniketan, para la enseñanza de una mezcla de filosofías orientales y occidentales, que en 1921 se convertiría en la Universidad Internacional Visva-Bharati. También viajó y dio conferencias por todo el mundo.

Tagore escribió en lengua bengalí. Su obra, muy imaginativa y profundamente religiosa, está impregnada por su amor a la naturaleza y a su tierra. En 1913, le fue concedido el Premio Nóbel de Literatura y en 1915 el rey Jorge V le nombró caballero, título al que renunció tras la matanza de Amritsar en 1919, cuando las tropas británicas mataron a 400 manifestantes indios. Muchas de sus obras fueron traducidas al español por Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez.

EL JARDINERO

Querría decirte las palabras meas hondas
que tengo que decir; pero no me atrevo, no
vayas tú a reírte. Por eso me río de mí mismo
y deshago en bromas mi secreto. Si, me estoy
burlando de mi dolor, para que no te burles tú.

Querría decirte las palabras más verdaderas
que tengo que decir; pero no me atrevo, no
vayas a no creerme. Por eso lo disfrazo de
mentira, y te digo lo contrario de lo que quisiera
decir. Sí, hago absurdo mi dolor, no vayas a hacerlo tú.

Querría decirte las palabras más ricas
que guardo para ti; pero no me atrevo, porque
no vayas a pagarme con las mejores tuyas. Por
eso te nombro duramente y hago alarde
despiadado de osadía. Sí, te maltrato, de miedo
que no comprendas mi dolor.

Querría sentarme silencioso al lado tuyo;
pero no me atrevo, no se me vaya a salir el
corazón por la boca. Por eso charlo y disparato
y me escondo el corazón tras mis palabras. Le
pego a mi pena rudamente, no vayas a pegarle tú.

Querría irme de tu lado; pero no me atrevo,
no vayas a conocer mi cobardía. Por eso llevo
alta mi cabeza y paso como distraído junto a
ti, que con el rayo constante de tus ojos

renuevas siempre mi dolor.