Historia del Calendario

Escrito por Yolanda Calvo Gómez:

El problema de la división y cómputo del tiempo es uno de los más viejos y difíciles que se ha planteado el hombre. En realidad sólo poseemos el momento presente, que es apenas un instante, nada. El pasado no lo tenemos, pues ya no existe, y el futuro todavía no ha llegado.

Hoy en día tenemos más o menos resuelto el problema; utilizamos años, meses, semanas, días, horas, lo que permite un mejor encuadramiento de los acontecimientos en el tiempo.

Hagamos, un pequeño viaje en el tiempo hacia el Imperio Romano donde encontraremos el origen de gran parte de los componentes de nuestro calendario.

El Calendario Romano

Efectivamente, es en el calendario romano donde vamos a encontrar los orígenes del nuestro; sin embargo, éste no quedó definitivamente establecido desde el comienzo: conoció la reforma propiciada por Julio César que dio origen al Calendario Juliano. Tras la caída del Imperio sólo hubo una reforma posterior, la del Calendario Gregoriano.

Se cree que el calendario romano tuvo originariamente diez meses, con un total de 304 días; estos meses eran: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November y December. Numa en el 700 a.C., añadió lanuarius y Februarius, quedando un año de 355 días, y disponiendo un mes intercalar cada segundo año.

La forma de contabilizar los días en Roma era diferente de la nuestra; tenían tres puntos fijos en el mes, las Calendas, los Idus y las Nonas, y se contaban los días que quedaban para llegar a esos puntos fijos.

Las Calendas: Era el primer día del mes. Como los meses eran lunares, estas Calendas se correspondían siempre con la Luna Nueva. Es precisamente de esta palabra, Calendas, de la que se derivará el término “Calendario”.

Los Idus: Coincidían con la Luna Llena, y eran el día 15 de los meses de Marzo, Mayo, Julio y Octubre, y el día 13 del resto de los meses.

Las Nonas: Coincidían con el Cuarto Creciente, el octavo día antes de los Idus, es decir, el día 7 de los meses de Marzo, Mayo, Julio y Octubre, y el día 5 del resto de los meses. Así, por ejemplo el 1 de Marzo, eran las Calendas de Marzo, el 13 de Abril eran los Idus de Abril y el 7 de Julio eran las Nonas de Julio. Respecto al resto de los días, un 11 de Marzo, por ejemplo, sería el tercer día antes de los Idus de Marzo.

Lógicamente los romanos no contabilizaban los años como nosotros: la fecha clave y punto de partida era la fundación de la ciudad de Roma, “ab urbe condita”. Múltiples acontecimientos de la Historia de Roma alteraron de tal forma el calendario que tras la conquista de Egipto, Julio César trajo a Roma un astrónomo griego, Sosígenes, quien con la ayuda de Marco Fabio llevó a cabo la primera gran reforma del calendario, el Calendario Juliano, que entró en vigencia en el año 45 a.C. y continuó usándose hasta el año 1582. Las reformas realizadas fueron las siguientes:

El Equinoccio, que había retrogradado, fue devuelto al mes de Marzo mediante la inserción de dos meses entre Noviembre y Diciembre, del año 46 a.C., dando lugar al que se llamó “el último año de confusión”, que tuvo 445 días.

Se abolió el año lunar y el mes intercalar, quedando un año solar.

La duración del año solar medio se fijó en 365, 25 días.

Por la acumulación de estas fracciones de 0.25 días se generaba un día extra cada cuatro años que se añadía en Febrero, último mes del año, convirtiéndolo en un año bisiesto de 366 días. En realidad el día que se repetía era el 23 de Febrero, llamado Ante diem Sextus Kalendae Martius; así, el día repetido recibía el nombre : Ante diem bisextus Kalendae Martius, y finalmente se llamó así, “bis sextus”, y el año en que se hacía esta intercalación se denominó bisextilis es decir, “bisiesto”.

Tras la muerte de Julio César, el quinto mes – Quintilis – fue llamado Julio en su honor.

Se distribuyeron de forma pareja los días entre los meses, 30 días para los meses pares y 31 días para los meses impares, salvo Febrero que tenía 29 días, menos en los años bisiestos que tenía 30.

Se ordenó que este calendario entrase en vigencia el 1 de Enero del año 45 a.C., aunque el año civil siguió comenzando en el Equinoccio de Primavera, que entonces era el 25 de Marzo.

Más tarde se cambió el nombre del mes Sextilis por Augusto, pero para restar importancia al mes dedicado a este Emperador, se aumentó a 31 días de duración, quedando así como el mes dedicado a Julio, teniendo que reducir Febrero a 28, salvo en los años bisiestos por unos 11 años para corregir un error de tres días que se habían acumulado, debido a que los pontífices habían intercalado un día cada 3 años en vez de cada 4 durante 36 años.

La Significación de las Estaciones

Al tiempo que la Tierra gira sobre sí misma se desplaza alrededor del Sol, resultando para el observador un segundo movimiento, aparentemente del sol, cuyo período es de un año. El sol describe un gran círculo sobre la Esfera Celeste, ocupando la Tierra el centro de este círculo. La trayectoria solar a través de las constelaciones fijas se llama Eclíptica, y forma con el Ecuador Celeste un ángulo de 23º 27’, cortándolo en dos puntos, uno de los cuales es el llamado Punto Vernal, a 0o de Aries, que marca el Equinoccio de Primavera, mientras que el punto opuesto a 0º de Libra, marca el Equinoccio de Otoño. Aquí dos palabras van a llamar nuestra atención. Por un lado “Primavera”, que deriva del latín, y que indica el período anterior al tiempo del verano propiamente dicho, “ver, veris”. La otra es “Equinoccio”, que quiere decir “noches iguales”, es decir que en los equinoccios las noches y los días tienen igual duración, doce horas.

Perpendicularmente a estos puntos que señalan los Equinoccios tenemos el máximo de declinación Norte del Sol que marca el Solsticio de Verano para el Hemisferio Norte de la Tierra y el de Invierno para el Hemisferio Sur. El máximo de declinación Sur del Sol en su eclíptica marcará, por el contrario, el Solsticio de Invierno para el Hemisferio Norte y de Verano para el Hemisferio Sur. Solsticio quiere decir “Solis Statio”, es decir, el Sol detenido, porque parece que se detiene, ya que desde la Tierra parece que el Sol ha venido realizando un camino, un trayecto, y tras unos días de detención comienza el camino inverso. Igualmente a partir del Solsticio de Verano el Sol, que ha llegado a su cenit más alto, comienza a declinar; y por el contrario, a partir del Solsticio de Invierno, el Sol, que ha alcanzado su cenit más bajo, empieza, poco a poco, a ascender.

En la Antigüedad todos los pueblos, y desde luego también los romanos, tuvieron fiestas y ceremonias relacionadas con las estaciones que les permitían comprender e identificarse mejor con los ciclos, leyes y misterios de la Naturaleza.

Significación de la semana y las horas

Los días que en Roma transcurrían entre dos fechas de mercado, “nundinae”, formaban la semana. Eran, como ahora, siete días, dedicados a los siete astros conocidos entonces en el Sistema solar y regentes en Astrología. (También los pueblos con calendarios lunares tienen semanas de 7 días, formando cuatro de estas semanas un mes lunar completo). El Lunes era el Dies Lunae, dedicado a la Luna; el Martes el dies Martis dedicado al planeta y dios Marte; el Miércoles era el dies Mercurio dedicado a Mercurio; el Jueves el dies Iupiter dedicado a Júpiter; el Viernes era el dies Veneris dedicado a Venus; el Sábado el dies Saturno dedicado al Dios Saturno, y finalmente el Domingo era el dies Solis dedicado al Sol. El cristianismo reemplazó posteriormente el dies Solis por el dies Dominicus, el “día del Señor”, nuestro actual domingo, aunque en el idioma inglés conserva su relación con el sol, “Sunday”; también reemplazó el dies Saturni, por el “Sabbatum”, día de descanso entre los judíos, aunque los cristianos hicieron que su día de descanso fuese el Domingo o dies Dominicus. Los cristianos también hicieron desaparecer la fecha dedicada a nundinae o mercado.

Los romanos también dividían el día en horas, doce concretamente, que eran más o menos largas según la estación del año. La noche en Roma se dividía en cuatro partes llamadas “vigilia” y el tiempo diurno se dividía en doce partes o doce horas, que lógicamente eran más largas en verano y más cortas en invierno. Los romanos se levantaban temprano, con el sol, por lo que la primera hora eran las 6 ó 7 de la mañana; a la “tertia hora”, aproximadamente nuestras 9 horas, solían atender sus negocios, trabajos o asuntos, regresando al mediodía a la casa para comer. Esta hora del mediodía era la “hora sexta”, y como después algunos tenían por costumbre dormir un poco, quedó la costumbre de dormir la “hora sexta”, es decir, la “siesta”.

Al anochecer, a la “hora duodécima”, más o menos las 7 de la tarde, hacían la cena, que solía ser la comida más fuerte del día.

El Calendario Gregoriano

Sin embargo, aunque la reforma del Calendario Juliano había solucionado muchos problemas, no era todavía perfecta; se iba produciendo un desfase que hacía que el Equinoccio de Primavera fuera retrogradando, de manera que si cuando Julio César introdujo su reforma el Equinoccio cayó el 25 de Marzo, en el año 325, en el Concilio de Nicea, fue el 21 de Marzo, y en 1570 era ya el 11 de Marzo. Bede llamó la atención sobre el asunto ya en el siglo XIII. Roger Bacon escribió una tesis sobre la reforma del calendario y la remitió al Papa; en 1474 el Papa Sixto IV citó a Regiomontanus a Roma para que dirigiera una reconstrucción del Calendario, pero falleció antes de poder terminar la tarea.

Un siglo más tarde, Aloysius Lilius, médico y astrónomo de Verona, y tal vez astrólogo, estructuró los requisitos para obtener un calendario concordante con las estaciones. Tras su muerte, su hermano presentó el plan al Papa Gregorio XII, quien reunió un grupo de hombres ilustrados para discutirlo. Tras cinco años de estudio se puso en vigencia el Calendario Gregoriano, que marcó las siguientes reformas:

En el primer año se excluyeron 10 días de forma que el 5 de Octubre se convirtió en el 15 para poder traer el Equinoccio de Primavera a la fecha que le correspondía.

Se corrigió la duración del año solar, estableciéndola en 365 días, 5 h. 49’ 12”. De esto resulta que al cabo de cuatro años no se han acumulado 24h. de error, un día completo, sino 23 h. 16’, así se va acumulando un error progresivo de 43’ cada cuatro años, que si se deja sin corregir produciría desfases en el Calendario. Por este motivo, cada algo más de 150 años se suprime uno de los años bisiestos, el último fue el año 1900, que aunque le correspondía tener 366 días, tuvo los 365 normales. Este error era el que había hecho que en 15 siglos se hubiese acumulado un error de 10 días en el Calendario, retrogradándose cada vez más los Equinoccios y Solsticios. Se hizo empezar el año el 1 de Enero. Los años bisiestos eran los divisibles por cuatro.

El nuevo calendario fue adoptado inmediatamente en todos los países católicos, pero el resto del mundo demoró su aceptación. Alemania, Dinamarca y Suecia no lo adoptaron hasta el año 1700. En Inglaterra el año comenzaba el 25 de Diciembre hasta que Guillermo de Normandía, tras conquistarla, dispuso que empezara el 1 de Enero, ya que ese fue el día de su coronación. Más tarde Inglaterra adoptó el 25 de Marzo, ya que era la fecha en que la mayoría de los pueblos cristianos de la Edad Media empezaban el año. Después Constantino fijó la Pascua, mediante edicto, como principio del año y ésta continuó siendo observada como Día de Año Nuevo hasta 1565, cuando Carlos IV reimplantó el 1 de Enero.

Hasta 1752 Inglaterra no adopta finalmente el Calendario Gregoriano, suprimiendo 11 días del mes de Septiembre de 1752 – en que el 3 de Septiembre pasó a ser el 14-. Quienes objetaron la interrupción de la semana de festejos con que acostumbraban a celebrar el Año Nuevo, desde el 25 de Marzo al 1 de Abril, recibieron presentes burlescos, por lo que al 1 de Abril se le conoce como Día de los Bobos en Inglaterra.

Los países de la Iglesia ortodoxa griega continuaron el Calendario Juliano hasta que Rusia cambió al Gregoriano en 1918.