Necesario miedo al miedo

He oído decir a un filósofo que sólo debemos tener miedo al miedo… Y estas palabras se me hacen de especial importancia en los tiempos que corren, pues el miedo se ha convertido en moneda corriente, se demuestre o no abiertamente en la relación entre unos y otros .

La inseguridad es uno de los factores detonantes del miedo, y no únicamente la inseguridad ciudadana que es tópico repetido en nuestros medios de información, sino la inseguridad en todos los planos de la expresión humana.

La inseguridad psicológica es tal vez la más extendida y la que provoca los miedos más irracionales precisamente porque aquí la razón participa poco y nada. Son miles los seres humanos que tiemblan por dentro ante cualquier paso a dar, ante cualquier circunstancia nueva o vieja, ante todo lo que suponga exponer hacia afuera ese yo inseguro de sí mismo. Hay miedo a existir, miedo a actuar, miedo a equivocarse, miedo al dolor que acecha en tantas esquinas de la vida. Hay miedo a querer y no ser querido, miedo a pensar y no ser comprendido, miedo a no encontrar un lugar apropiado en la sociedad a la cual se pertenece. Hay, en general, falta de confianza en sí mismo, que es un miedo hecho de cadenas que atrapan los pies. Y hay falta de confianza porque, en la mayoría de los casos no se sabe de donde se viene ni hacia donde se va; el tránsito por la vida es una amarga y confusa indefinición de principios y fines.

Y si es la razón la que interviene entonces la inseguridad ataca las ideas impidiéndoles desarrollarse correctamente. Los juicios se retuercen como pantallas raquíticas y endebles, y los razonamientos mueren antes de nacer. O bien se usan “etiquetas adhesivas” como si fuesen ideas propias y la falta de ideas propias, en cuyo caso las etiquetas gritan con la seguridad que el individuo no tiene. Pero estos “adhesivos” no cubren el miedo a la duda, al error, al “que dirán”, a la no coincidencia entre el pensamiento de uno y el de los demás. Sigue en pie el miedo a la crítica, a la soledad, a la incomprensión. Y al dolor, siempre al dolor…

Es evidente que con tantos lastres resulta imposible andar por la vida. Es evidente que el buscador sincero de la verdad, el filósofo, debe deshacerse de estos miedos para emprender y mantener su búsqueda. Y es evidente también que el miedo parece ser una condición humana inevitable por el momento. De modo que, si es preciso mantengamos un solo miedo: hacia el mismo miedo, para aligerar las sombras que empañan el camino de la evolución.

Un auténtico anhelo de verdad, un trabajo perseverante para encontrarla, un avance lento pero seguro en los laberintos del conocimiento, nos permitirán alcanzar un poco de sabiduría y eliminar todos los miedos, menos el necesario miedo al miedo.