Tiempos de renovación

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Los tiempos de renovación que corren en lo político, están trayendo a primer plano otras cuestiones íntimamente relacionadas: las religiosas, científicas, artísticas y las varias esferas del pensamiento en general.

Hoy se acepta la libertad política como condición indispensable para el género humano: determinación –o autodeterminación -, capacidad de elección y decisión, tanto para triunfar como para equivocarse. Y los últimos acontecimientos revelan que nadie tiene miedo, o no parece tenerlo, de reconocer los errores cometidos en el pasado, en aras de una política futura más eficaz.

Pero en los otros puntos mencionados, la cosa no es tan simple, o por lo menos no se ha logrado el grado de “diplomacia” que demuestre que la libertad predomina efectivamente en esos terrenos.

En lo religioso existe un aparente entendimiento entre todas las creencias del mundo. Pero es aparente; es la necesidad político – económica la que induce a ese entendimiento, pues cada religión o secta sigue convencida de ser la única poseedora de la verdad y de los caminos exactos para llegar a Dios, a “su” Dios… La libertad de creencias se disfraza con veladas críticas o sonoras bofetadas, y el hombre vale según lo que cree: es su fe la que lo determina ante los ojos de unos u otros, para bien o para mal.

La ciencia avanza prodigiosamente, y descubre o redescubre lo que ya sabía pero no se recordaba o no se podía decir. Aquí parece haber una mayor liberalidad de acción y de pensamiento, pero todavía existen hipótesis y tesis científicas que ponen los pelos de punta a los presuntos ortodoxos de todos los colores. Para éstos, hay cosas que es mejor “no tocarlas” con tal de no trastornar un orden de creencias de fe.

El arte es libre. ¿Lo es? En todo caso, su libertad está ceñida al desconcierto, la angustia, la falta de inspiración y de lenguajes apropiados, cuando no al mal gusto y a las tiranías absurdas de la moda.

Aparecen reacciones curiosamente moralizantes: delatar sobornos, fraudes, tráfico de influencias, negociados… Pero no nos engañemos: detrás de esa moral de liberación se agazapa el insulto descalificante (al margen de la verdad de los hechos) que otorga sustanciosos beneficios –materiales o de renombre- al delator.

No; la libertad, la verdadera libertad que hace tantos siglos viene soñando la Filosofía, todavía no se ha plasmado. Libertad es poder buscar, conocer los caminos señalados `por todos los sabios de todos los tiempos; es escoger, sentir, pensar, actuar, en una palabra: vivir. Avanzar, equivocarse, rectificar: sumar experiencias y compartirlas. Ser ecléctico, respetuoso y paciente con uno mismo y con los demás. Saber que no se tiene La Verdad, pero que hay pequeñas y cotidianas verdades que nos conducen a la otra, auténtica y única, más allá de las opiniones encontradas, fruto de la ignorancia. Libertad es volver la mirada hacia el alma sin que nos las embadurnen de instintos y envidias maliciosas; es poder mirar el sol sin que nos lo visan de triste lamparilla. Es un primer paso para aquello tan grande que los Grandes llamaron Liberación.

Y los hombres de hoy queremos, estamos dispuestos a conseguirla. Porque corren aires de Renovación.

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«Juvenile Bald Eagle» por KetaDesign  bajo BY-SA 3.0